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Enrique Luis Sardi, profesion: inventor.

Un joven venezolano triunfa en Milán ganando un conocido premio para incentivar a las mejores nuevas empresas creativas.

Enrique Luis Sardi es inteligente, curioso y perseverante, lleno de ideas y sueños que se hacen realidad. No es una simple frase, su trabajo consiste realmente en realizar innovaciones. Es lo que podría llamarse un “inventor”. Llegó al norte italiano para estudiar en el Instituto Politécnico de Milán, quiso quedarse aquí, pasó trabajo, pero ganó un premio que le dará el impulso final que necesitaba. Su firma, Sardi Invention and Design, fue seleccionada entre centenares de nuevas empresas creativas como la de mayor futuro.

Todo comenzó cuando era niño, su pasión por los caballos, heredada de su padre, una gran curiosidad y cierta flojera infantil lo pusieron a pensar cómo hacer para dar de comer al mismo tiempo a todos los animales de la caballeriza del Country Club sin tener que  estar yendo y viniendo constantemente para llevar una carga a cada uno.

A pesar de sus cinco años de edad, Enrique Luis se las ingenió para inventar un comedero circular colocado en el centro y desde entonces no ha cesado de trabajar en distintas ideas relacionadas con temas tan variados como café, lámparas, motocicletas, mouses o equipos deportivos, para facilitar la vida sin descuidar la estética en el diseño.

Hoy en día, a sus escasos 27 años, Enrique Luis luego de las habituales dificultades iniciales en estos tiempos de insólita emigración “al revés”, ya está comenzando a ver los jugosos frutos de sus esfuerzos al ganar el Premio Bando, que se otorga cada dos años a las nuevas empresas creativas con mayores posibilidades de triunfar, que, además del prestigio, permite el respaldo de la poderosa Cámara de Comercio de Milán y una cantidad en metálico para mejorar la joven empresa.

Entre sus invenciones más llamativas está la cookie cup, un encargo de la marca italiana de café Lavazza, que se plasmó en una tacita hecha de bizcocho que permite tomarse su cafecito y comerse la dulce tacita como acompañante. También están el sistema de proyección progresiva para automóviles, solicitada por Wandfluh Automotive (Porsche), una motocicleta liviana y de diseño moderno con especiales sistemas de seguridad para la empresa Mototrek, las lámparas Auyantepuy, Splash e Isabel (en honor a su madre) para la empresa de iluminación Biffi Luce, y varios tipos de mouses para computadoras, ideados para no cansar las manos.

Su gran inspirador y primer maestro es su padre, el arquitecto venezolano Enrique Sardi, con quien empezó a trabajar a los ocho años. También su madre es arquitecta y por ambos no puede disimular una enorme admiración. Sus estudios en Caracas, Estados Unidos e Italia le dieron las armas para dominar ingeniería, computación y diseño, además de varios idiomas. Su amor por la equitación sigue presente en la vida profesional y al crear su empresa en Milán identificó el logo con un caballo del ajedrez, juego que también lo apasiona.

Entrevistarlo no es fácil, las miles de ideas que galopan por su mente se amontonan en la conversación y hay que tener paciencia para concentrarlo en la respuesta que se busca, pero todo lo que dice es muy interesante, se podría hablar horas con él porque los temas no se agotan.

Una sonrisa con una pizca de vergüenza se dibuja en su cara delgada con ojos almendrados que recuerdan vagamente a Keanu Reaves, cuando le dicen “el pequeño Leonardo”, pero Enrique Luis no es precisamente un hombre del Renacimiento, nació en 1977 por lo que es un genio futurista.

Creador nato

Nuestro lema es “Fábrica de invenciones”, es decir, estudio, invención y diseño de productos de alto consumo. Se constituye una empresa que se ocupará sobre todo de idear, estudiar, proyectar y realizar productos innovadores para el consumo masivo, realizables con tecnologías existentes o desarrolladas conjuntamente con los clientes.

Eliana Loza Schiano

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